Siglo XIX

A lo largo del s. XIX y a principios del s. XX, las mujeres se circunscribieron principalmente al ámbito privado, por lo cual escasea la documentación que dé cuenta de sus relaciones con diferentes actores de la época, salvo contadas excepciones. En el caso de las compositoras chilenas, las partituras adquieren un rol fundamental para entender las prácticas culturales de época, ya que en ellas es posible encontrar datos que nos ayudan a reconstruir las historias: dedicatorias, cooperaciones con revistas, apoyo a iniciativas sociales y políticas, entre otras. Sin embargo, es importante mencionar que durante esta época la circulación y publicación de partituras fue bastante limitada para el general de compositoras: la tónica es que se publicaran tan solo una o dos obras durante su vida[1].

Un buen número de la música de salón compuesta por mujeres que nos llega hasta la actualidad se dedicó a instituciones, personas ilustres o de la aristocracia, la cual sirvió de puente para cultivar relaciones más estrechas. Ejemplo de ello es la pieza de salón La sensitiva de la compositora Delfina Pérez, la cual está dedicada “a la señorita Luisa Correa”, una cantante aficionada y amiga de la compositora. Otro caso es el de “una señorita” que le dedica el valse Último Adiós a Guillermo Hanlon Lees, un trapecista que se presentó en el Teatro Municipal de Santiago, el cual causó revuelo en la época[2]. Estas dedicatorias lejos de ser un simple homenaje o elogio a ciertas personas o instituciones, “en cierto modo las pone en relieve, legitimándolas socialmente como figuras con determinados valores, que merecen ser reconocidas en el ámbito público”[3].

En esta misma línea, es posible observar que hubo música que sirvió a causas políticas y caritativas como el Coro de la Filantropía de Delfina Pérez, el cual fue interpretado en 1871 por un grupo de aficionadas de la Sociedad de Beneficencia en conjunto con músicos profesionales[4]. Isabel Bravo compuso la obra, ¡A las armas! Canción Guerrera[5], la cual fue en beneficio de las viudas de la guerra del pacífico. Al escuchar el título, resulta claro el acento belicista de esta pieza: su función fue apoyar a los militares y arengar al público del salón en medio del conflicto armado.  Otra compositora que se relacionó con la política es Delfina de la Cruz Zañartu, quien fuera la primera dama de la nación bajo el gobierno de Aníbal Pinto. Como parte de su formación musical, estudió con Inocencio Pellegrini, un músico italiano radicado en Chile. Escribió un valse llamado El Copigüe y lo dedicó a su cuñada, Mercedes Pinto[6].

Algunas compositoras como Adelaida Guzmán, Eufrasia Prieto y Amalia Quiroz publicaron en revistas dirigidas especialmente para el público femenino. La primera de ellas, en 1856 publicó en el Álbum musical de señoritas N°15 su única pieza conocida a la fecha: la polka llamada Las dos amigas. Cabe mencionar que dicho álbum fue editado por Eustaquio Guzmán, padre de la compositora[7], lo cual pone en evidencia la importancia de la familia en la circulación de la música. Por su parte, en 1863 Prieto publicó en el periódico La Mariposa una redowa titulada Matilde. En esta revista se trataban temas relacionados con la moda, las buenas costumbres, la música, la poesía y la literatura; todos ellos elementos propios de la formación femenina de la época. En sintonía con Prieto, Quiroz estuvo relacionada con el seminario festivo, artístico, literario y de actualidades llamado Instantáneas de Luz y Sombra, el cual se publicó entre 1900 y 1901. En esta publicación de corta vida, dio a conocer dos de sus obras –ambos bailes de salón— y la única imagen suya encontrada hasta la fecha. Cabe destacar que en el caso de estas compositoras un vínculo común es que la experiencia musical del salón se da en paralelo con el auge de publicaciones destinadas al público femenino y el desarrollo de la danza con sus respectivos géneros.

Resulta un caso especial Isidora Zegers, madrileña asentada en Chile, quien, además de cantante y compositora, fue una de las fundadoras del Conservatorio Nacional de Música; editora del Semanario Musical, una de las publicaciones especializadas en música más importantes; gestora cultural y mecenas de diversos artistas de la época. Estuvo estrechamente relacionada con la oligarquía y fue una activa promotora de la actividad cultural del país. Su producción musical, al igual que sus contemporáneas, se relacionó principalmente con la música para acompañar bailes de salón. 

Como se ha podido ver en este breve apartado, durante el s. XIX la música compuesta por mujeres orbitó principalmente en torno al salón. Dentro de las dedicatorias de la música, fue bastante habitual ensalzar a alguna persona considerada significativa por parte de las compositoras: a veces mujeres de la alta sociedad, hombres ilustres, o instituciones que resonaban con la sensibilidad de las creadoras. Destacan así las sociedades de beneficencia, las cuales impulsaron la creación musical y dieron espacio para la difusión de la música compuesta por sus participantes. Por otro lado, las compositoras lejos de componer solamente música de baile, se interesaron por temas en torno a la política y a la contingencia nacional. Asimismo, estas mujeres se relacionaron fuertemente con los medios asociados al público femenino como lo fueron revistas, semanarios y otro tipo de publicaciones periódicas, los cuales permitieron la circulación de la música y su relación con otras artes. Otro actor relevante dentro del escenario decimonónico es seno familiar, el cual sirvió de escenario para el aprendizaje de la música; de red de apoyo en la edición y difusión del repertorio creado, como en el caso de Lucila Anguita o Adelaida Guzmán; además, de lugar exposición y presentación en sociedad de las mujeres de la época.

Cabe recalcar que lo mencionado anteriormente es tan solo una panorámica fragmentaria del siglo XIX, es decir, una panorámica que está hecha en base a retazos, a trocitos de documentos que se conservan en el presente. Por supuesto, lo expuesto hasta aquí no es exclusivo del s. XIX: muchas de las prácticas musicales se mantendrán conforme avance el s. XX. La invitación es a pensar qué nos dicen estas compositoras del pasado, su forma de relacionarse con su tiempo y qué elementos encontramos aún en los tiempos actuales. 

Notas

[1] Luis Merino Montero, «Los inicios de la circulación pública de la creación musical escrita por mujeres en Chile», Revista Musical Chilena 64, n.o 213 (19 de agosto de 2010): 53-76.

Excepciones a esta regla general son las compositoras Isidora Zegers y Delfina Pérez, quienes escribieron más de 10 obras musicales.

[2] Fernanda Vera Malhue, «La composición musical de mujeres de élite durante la segunda mitad del siglo XIX en Chile», ESCENA. Revista de las artes 79, n.o 2 (2020): 126-47, https://doi.org/10.15517/es.v79i2.40162.

[3] Carmen Peña Fuenzalida, «Las portadas de partituras musicales que circularon en Chile en el siglo XIX como fuentes historiográficas», en Arte americano: contextos y formas de ver. Terceras jornadas de historia del arte, ed. Juan Manuel Martínez (Santiago de Chile: Ril Editores, 2006), 190.

[4] Vera Malhue, «Práctica y creación musical femenina en Santiago de Chile a mediados del siglo XIX. El caso de Delfina Pérez», 104.

[5] Vera Malhue, «La composición musical de mujeres de élite durante la segunda mitad del siglo XIX en Chile».

[6] Vera Malhue, «Práctica y creación musical femenina en Santiago de Chile a mediados del siglo XIX. El caso de Delfina Pérez», 98-99.

[7] Fernanda Vera Malhue, José Manuel Izquierdo König, y José Contreras Stoltze, Partituras Archivo Central Andrés Bello: catálogo razonado (Santiago de Chile: Universidad de Chile, 2012), 73, https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/118124.